¿Cómo hacer para que las gentes de mente buenos, comentan las mayores atrocidades sin sentirse culpables?, existe una sola solución: es preciso para que esto suceda que los hombres sean gobernadores, directores, oficiales, policías, es decir, que en primer lugar estén seguros de que existe un trabajo llamado servicio del Estado, en el cual pueden tratar a personas como si fueren objetos, sin ningún sentimiento humano ni fraternal, en segundo lugar, que esos mismos al servicio del Estado estén tan unidos que las consecuencias de la responsabilidad de sus actos no recaiga en ninguno individualmente. Sin estas circunstancias no es posible que nuestra época se comenta crueldades como las que he visto hoy. Todo estriba en que los hombres creen que hay situaciones en que se puede tratar a los hombres sin amor, y tales situaciones no existen. A las cosas se las puede tratar sin amor; pero con los hombres no puede hacerse, lo mismo que no se puede tratar a las abejas sin precaución. Así es la característica de las abejas. Si no se las trata como se debe, se las perjudica a ellas y a uno mismo. Igual sucede con los hombres. Y no puede ser de otra forma porque el amor entre ellos es la ley básica. Cierto que el hombre no puede obligarse a amar como a trabajar, pero eso no es una motivo para tratar a la gente sin amor, sobre todo si se exige algo de ella. Si no amas a los hombres, permanece quieto (...) ocúpate de ti, de tus cosas, de lo que quieras, pero no de los hombres. Lo mismo que se puede comer sin perjuicio y con provecho sólo cuando se tiene apetito, así se puede tratar a los hombre con provecho únicamente cuando se siente amor hacia ellos.