Me ha gustado mucho, es un trabajazo gigante, a veces abrumador.
Siendo tan largo y variado, me ha dado para leerlo poco a poco, hacerle pausas y volver.
Es como un libro de viajes, de mano de la autora, a diferentes lugares y situaciones históricas relacionadas con los libros y su influencia. He encontrado desde materiales de los libros (papiro, pergamino, papel...) a la creación de las gafas, a la biblioteca de Alejandría, a Safo o Cleopatra, a el cánon, a...
Y manejando tantos hilos es maravilloso que la autora haya conseguido entrelazarlos en un libro tan chulo.
Compré una edición bellamente decorada (delicada también) con la intención de leer este ensayo sentada en mi porche, con un bolígrafo, un cuadernillo y San Google a mano. No me arriesgaría a cargarlo en el bolso dando saltos, sería mi lectura pausada. La idea era viajar con mi mecedora como máquina del tiempo a la lejana Biblioteca de Alejandría. Y si hacía frío leía con mi infusión junto a la chimenea. Así avanzaba lentamente: dependía de mi espíritu de aventura para continuar el viaje.
Hubo momentos en los que sentí que una Sherezade llamada Irene Vallejo me atrapaba en el hechizo de su cuento. Eso es esta obra: un cuento donde nos relatan la Historia de los libros desde sus inicios.
Me encantó cuando narraba las espeluznantes maldiciones que a lo largo de los siglos se escribieron para aquellos que robaran libros o que no los devolvieran a sus legítimos …
Compré una edición bellamente decorada (delicada también) con la intención de leer este ensayo sentada en mi porche, con un bolígrafo, un cuadernillo y San Google a mano. No me arriesgaría a cargarlo en el bolso dando saltos, sería mi lectura pausada. La idea era viajar con mi mecedora como máquina del tiempo a la lejana Biblioteca de Alejandría. Y si hacía frío leía con mi infusión junto a la chimenea. Así avanzaba lentamente: dependía de mi espíritu de aventura para continuar el viaje.
Hubo momentos en los que sentí que una Sherezade llamada Irene Vallejo me atrapaba en el hechizo de su cuento. Eso es esta obra: un cuento donde nos relatan la Historia de los libros desde sus inicios.
Me encantó cuando narraba las espeluznantes maldiciones que a lo largo de los siglos se escribieron para aquellos que robaran libros o que no los devolvieran a sus legítimos propietarios. Me habría encantado ser bibliotecaria y "maldecidora" oficial del reino. Del Reino que fuera, con tal de leer mucho y a sacarles el polvo en sus estantes a miles de papiros.
Me hizo reflexionar sobre cuantas "hilanderas mágicas de palabras" se habrán perdido para siempre, ignoradas por la Historia precisamente por ser mujeres. En el bello don de la lógica, la poesía, del discurso... perdido en las arenas del tiempo. Eso me hizo sentir chiquita, pero afortunada de nacer en una época más propicia para vivir y expresarme. La propia autora no existiría como contadora de historias si hubiera nacido en otro siglo. Irene tiene también algo de poetisa pues es capaz de embellecer el Mundo juntando palabras.
Me emocionó especialmente en dos fragmentos:
-Cuando trataba el acoso escolar que sufrió de niña y adolescente.
-Y con la narración de los prisioneros en campos de concentración que sobrevivieron "anclados" a la literatura y desde ahí a la vida. Ojalá en la Tierra hubiera tiempo para más libros y menos guerras.
Los libros son lo único que se hace bello cuando habla de sí mismo
5 stars
Comencé esta lectura con cierto escepticismo. Había estado oyendo, leyendo y viendo a medio mundo hablar, escribir y leer sobre "El infinito en un junco", en todos los casos con opinión favorable... Siempre dudo de aquello sobre lo que no hay ningún "pero".
No pude (y sí que lo intenté) realizar la lectura comparando esta obra de Irene Vallejo con una previa de Santiago Posteguillo que me pareció fascinante e insuperable: "La noche en que Frankenstein leyó el Quijote". Temía dos posibilidades: encontrarme con un refrito o descubrir que la obra de Posteguillo sí fuera superable después de todo.
No pasó "ni lo uno, ni lo otro, sino todo lo contrario" (Cantinflas, 1940). Sí, son libros que persiguen un mismo propósito; sí, están llenos de pasajes históricos de lo más interesantes y sorprendentes sobre le evolución del concepto de "libro", desde sus orígenes hasta nuestros días; pero no, ni el …
Comencé esta lectura con cierto escepticismo. Había estado oyendo, leyendo y viendo a medio mundo hablar, escribir y leer sobre "El infinito en un junco", en todos los casos con opinión favorable... Siempre dudo de aquello sobre lo que no hay ningún "pero".
No pude (y sí que lo intenté) realizar la lectura comparando esta obra de Irene Vallejo con una previa de Santiago Posteguillo que me pareció fascinante e insuperable: "La noche en que Frankenstein leyó el Quijote". Temía dos posibilidades: encontrarme con un refrito o descubrir que la obra de Posteguillo sí fuera superable después de todo.
No pasó "ni lo uno, ni lo otro, sino todo lo contrario" (Cantinflas, 1940). Sí, son libros que persiguen un mismo propósito; sí, están llenos de pasajes históricos de lo más interesantes y sorprendentes sobre le evolución del concepto de "libro", desde sus orígenes hasta nuestros días; pero no, ni el de Irene Vallejo puede considerarse un refrito del primero, ni el de Santiago Posteguillo fue superado por el segundo... En todo caso, han hecho una magnífica mancuerna (¿involuntaria?) para mantener encendida nuestra llama de la pasión por los libros.
Sin menospreciar el asombroso trabajo que ambos autores han hecho, también hay que reconocer que escribir sobre libros ya le da ventaja a casi cualquier escribiente... Porque, finalmente, los libros son lo único que se hace bello cuando habla de sí mismo.
Para quedarse a vivir dentro y en sus referencias. (Contradictoriamente) lo he escuchado en audiolibro y me ha gustado mucho también cómo está narrado, el tono y el ritmo.
Acaba de salir la traducción alemana y lo he regalado dos veces esta navidad, realmente el libro que dices "esto lo tiene que leer Fulanita".
Un libro muy entretenido y muy bien escrito, en un estilo preciosista, pero ligero al mismo tiempo. Tiene momentos emocionantes e interesantes, pero no es, a mi entender, esa maravilla que nos están contando.