En 1951 la guerra había terminado y el mundo estaba en plena transformación, aunque no todos querían ser conscientes de esto último. El avance del comunismo de Stalin había sido contenido en Europa, y en USA el Comité de Actividades Antinorteamericanas de McCarthy desataba la caza de brujas. Pocos años mas tarde tanto Stalin como McCarthy estarían muertos. La mayor parte de la mano de obra no estaba ya en los campos y en las grandes fábricas, sino diseminada en una multitud de pequeñas empresas del sector de comercio y servicios: el proletariado tradicional se disolvía como un azucarillo. Del fascismo europeo solo quedaba ya el régimen de Francisco Franco, antiguo enemigo combatido por la Brigada Lincoln y ahora abrazado, como aliado anticomunista, por Eisenhower. Neutralizada la amenaza de los estados totalitarios, tanto comunistas como fascistas, las corporaciones de la banca, la industria y el comercio tomaron el control político. …
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En 1951 la guerra había terminado y el mundo estaba en plena transformación, aunque no todos querían ser conscientes de esto último. El avance del comunismo de Stalin había sido contenido en Europa, y en USA el Comité de Actividades Antinorteamericanas de McCarthy desataba la caza de brujas. Pocos años mas tarde tanto Stalin como McCarthy estarían muertos. La mayor parte de la mano de obra no estaba ya en los campos y en las grandes fábricas, sino diseminada en una multitud de pequeñas empresas del sector de comercio y servicios: el proletariado tradicional se disolvía como un azucarillo. Del fascismo europeo solo quedaba ya el régimen de Francisco Franco, antiguo enemigo combatido por la Brigada Lincoln y ahora abrazado, como aliado anticomunista, por Eisenhower. Neutralizada la amenaza de los estados totalitarios, tanto comunistas como fascistas, las corporaciones de la banca, la industria y el comercio tomaron el control político. La amenaza del capitalismo salvaje sería denunciada por Pohl y Kornbluth en Mercaderes del espacio, mientras que los defensores del nuevo orden convertirían a Ayn Rand en su musa y a La rebelión de atlas en su biblia. El proletariado se estaba disolviendo, sí, pero nuevas clases sociales emergían para enfrentarse al nuevo estado de cosas. Rosie the riveter no llevaba bien su vuelta al rol de ama de casa tras haber sustituido a los hombres en las fábricas durante la guerra. Tampoco Rosa Parks llevaba bien lo de ser menos que los blancos, al igual Martin Luther King y el resto de los negros de los Estados Unidos. Y, en un mundo dividido entre quienes negaban la legitimidad de las normas sociales establecidas y quienes negaban la existencia de los primeros, las nuevas generaciones se encontraron sin referentes claros. El resultado fue que comenzaron a buscar su propia forma de ver el mundo. Esto, claro, abrió una brecha generacional insalvable entre los jóvenes y adolescentes de los años cincuenta y sus padres. Salinger, en su novela El guardián entre el centeno, y Nicholas Ray, en su película Rebeldes sin causa, describieron a la perfección la nueva situación. Aquella generación crecería para constituirse en una nueva clase social llamada juventud y, en los años siguientes, daría lugar al pacifismo antinuclear y al ecologismo, al movimiento beatnik, a los hippies, a los yippies, estaría en los disturbios de Stonewall... Y solo era el principio.