A partir del día 16, los asesinatos de la plaza de toros fueron convertidos en un frívolo espectáculo al que se asistía previa invitación; aterrorizados y muy apretados, los presos republicanos esperaban su hora, mientras escuchaban el griterío proveniente de los tendidos. Hubo moros y falangistas que bajaron a la arena para jalear a los prisioneros, como si de reses bravas se tratase. Las bayonetas, a modo de estoque, eran clavadas en los cuerpos indefensos de campesinos, con el beneplácito de jefes, oficiales y suboficiales.

— Extremadura: La guerra civil by Justo Vila Izquierdo (Biblioteca popular extremeña) (Page 57 - 58)