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reviewed Sangre patricia. by Manuel Díaz Rodríguez (Biblioteca Andrés Bello.)

Manuel Díaz Rodríguez: Sangre patricia. (Spanish language, 1916, Sociedad española de librería) 2 stars

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2 stars

La tesis del libro parece condensarse en la pugna entre dos tendencias de la sangre patricia del protagonista: la del sueño épico, que lo empuja hacia la guerra civil, y la del ensueño idílico, que lo atrae hacia el ensimismamiento y la locura. Tiene partes interesantes, como las discusiones tertulianas sobre temas variados o la vacilación fantástica en torno a sirenas y a elementos sobrenaturales y oníricos. Pero me pareció excesivamente descriptivo, además de pecar de elitista.

En su artículo sobre la novela modernista, Donald Shaw señala el poco interés crítico que ha habido sobre la novela en el marco del modernismo hispanoamericano y el mucho trabajo que resta por hacer en ese sentido. Afirma que De sobremesa de José Asunción Silva es una novela arquetípicamente modernista y en ella confluyen dos corrientes ideológicas: la búsqueda de la belleza en tanto que ofrece una respuesta a un mundo dominado cada vez más por el materialismo y la fealdad, y la búsqueda del ideal en tanto que constituye una respuesta positiva a la desesperación posromántica.

Según Shaw, la novela modernista se caracteriza por el “idealismo”, el esteticismo, el exotismo, la falta de interés en el progreso social puramente materialista, y el rechazo del realismo y la prosa realista. También hereda inquietudes del romanticismo. A partir de este postulado, para Shaw los novelistas más representativos del modernismo son Silva, Martí, Díaz Rodríguez y Larreta.

Generalmente cuando se habla de rasgos de la novela modernista se habla de su estilo característico, pero Shaw destaca la importancia de analizar también su técnica narrativa. Un rasgo importante de la técnica narrativa en la novela modernista es que el personaje central domina el mundo narrado y es su desarrollo lo que determina la evolución de la trama. Se relaciona principalmente con el héroe romántico negativo, el individuo inteligente y alienado, insatisfecho y soñador, el inadaptado, el hombre de ilusiones perdidas, el buscador de nuevos valores.

Típico del protagonista modernista es el rechazo de aquella realidad cuyo descubrimiento había constituido el orgullo de los realistas. Son protagonistas que rechazan lo mediocre, lo trivial, lo insignificante, la mezquindad de su entorno. Adoran la belleza y buscan el ideal.

Esto afecta su trato con la heroína: generalmente ven en la mujer, más que un ser real, el símbolo de las hermosuras ideadas. A veces esta mujer se convierte en un símbolo del ideal inalcanzable con su propia muerte. Belén, la amada ideal de Tulio Arcos en Sangre patricia, muere en el primer capítulo después de que Díaz Rodríguez la haya presentado como una Diosa.

A tal idealización de la mujer corresponde un desdén profundo hacia casi todo el resto de la humanidad. Salvo un pequeño grupo de amigos refinados, los demás hombres son vistos como “una turba inacabable de mercaderes”, gente insoportable para el héroe modernista que quiere “ver por todas partes actitudes y almas bellas”.

Díaz Rodríguez describe, en Sangre patricia, a la sociedad como una pirámide donde arriba está “el primero que por traición y asalto llegó hasta ahí con sus instintos de lobo”, a su alrededor “lo más impuro de todas las clases”, más abajo “un pueblo moribundo de tristeza y de hambre”, y más abajo todavía “la simple honradez, la dignidad, la entereza”.

Este rechazo del medio social sórdido y vulgar no excluye el compromiso político-social de los héroes modernistas. Tulio Arcos se asocia a un partido de guerrilleros liberal-revolucionarios (que Díaz Rodríguez llama “la falange del ideal”) y al ser derrotado sufre la cárcel y el exilio. Pero tanto el ideal de progreso como el de belleza absoluta son meros sueños frágiles.

Psicológicamente hablando, el héroe modernista tiende a ser un obsesivo, a veces condicionado por su tendencia a imitar costumbres y formas de vida arcaicas. En Tulio Arcos, la sangre patricia lo empuja por momentos hacia sus antepasados conquistadores y guerreros, por momentos a los del “sueño ilídico”, devotos y artistas.

Orlando Araujo señala que en el fondo de la psicología del héroe modernista late una crisis moral, de la que sus intentos de heroísmo y misticismo no son sino manifestaciones. En cada novela hay algo simbólico y fatal que rompe la armonía de la vida y destruye el ensueño idealista (en esta obra es la memoria de Belén, la mujer muerta del protagonista).

Son protagonistas que se dejan llevar por el mito del “hombre superior” que pertenece a una “aristocracia del espíritu”. Pero este ideal de hacer lo grande y amar lo exquisito rara vez en la narrativa modernista lleva a logros concretos. En el peor de los casos, como en Sangre patricia, lleva al suicidio. Mientras el héroe de la novela realista o naturalista se ve derrotado por la hostilidad social, el héroe modernista, tras una larga búsqueda, queda decepcionado por lo inalcanzable del ideal. Por lo que, aunque la novela modernista está llena de puro idealismo, el conflicto con la realidad produce un tono de pesimismo e ironía.

En torno al protagonista suelen agruparse otros personajes que comparten su estetismo: músicos (como Martí en Sangre patricia), individuos de gustos refinados, intelectuales, incluso científicos. Cuando aparece alguien menos culto, se suele aprovechar la oportunidad para escarnecerlo (como Perales).

Las conversaciones entre estos amigos cultos son intercambios verbales nobles sobre temas de arte, de amor, de idealismo, de sacrificio. Hablan de cosas bellas bellamente.

Esta insistencia en embellecer hasta la conversación normal forma parte de la tendencia entre los modernistas de rechazar la realidad vulgar. Incluso cuando la narrativa avanza con ritmo acelerado se para a intervalos frecuentes para que el novelista introduzca descripciones de ambientes y escenas hermosas, como la descripción de Martí mientras tocan el piano.

Otro rasgo de la técnica narrativa es el uso casi sistemático de elementos simbólicos para comentar la acción. La muerte de Belén anuncia la tragedia de Tulio y se enlaza con el suicidio de este mediante el uso insistente del motivo del agua.

El uso de símiles para el comentario psicológico es tradicional, pero en la novela modernista esta utilización de símiles y metáforas poéticas para expresar estados de ánimos está muy acentuada.

El estilo de la novela modernista fue, según Shaw, una reacción contra lo que algunos llamaron la “prosa momificada de España”, un estilo descriptivo basado en la simple enumeración, llena de adjetivos fosilizados, clichés y casticismo anacrónico.

Martí reacciona ante esto afirmando que el escritor, como el pintor, puede usar diversos colores y no restringirse a las formas canónicas. Puede escribir con sencillez y con elegante adorno según la ocasión, puede usar arcaísmos o crear neologismos.

El estilo modernista emplea más sistemáticamente que antes metáforas y sobre todo símiles principalmente relacionados con lo sensorial, tiene fuerte colorismo, uso de efectos rítmicos muy pronunciados, mayor brevedad de la frase y en general la tendencia a enfatizar sensaciones más que ideas.

Eso sí, los efectos así conseguidos por los modernistas eran estáticos, descriptivos más que narrativos. No es posible adoptar este lenguaje pictórico a todo, lo que restringía al novelista en la selección de ambientes y episodios, viéndose forzado a excluir o a embellecer a los banales o feos.

Por eso el estilo modernista, una vez cumplida su misión de romper los moldes de la prosa decimonónica y de revitalizar el español con soltura y gracia, se convirtió en un estilo peligroso, en el que lo poético caía a veces en el preciosismo.

Por su parte, Domingo Miliani señala que en Sangre patricia opera en un principio un soporte de realidad (Tulio Arcos, exiliado político en Europa, sufre la muerte de su esposa Belén con quien se había casado por poder) y luego progresivamente va sumiendo al protagonista en un mundo de obsesión, onírico, cuyo desarrollo va borrando la frontera entre el sueño y la vida real. Es un texto poemático, lleno de reiteraciones simbólicas, que adelanta al surrealismo y a la novela psicológica, y en el que la imaginería exotista del modernismo es reemplazada por el mundo de la subconsciencia.

Para Miliani, la constante simbólica de Díaz Rodríguez es el contraste entre la riqueza espiritual de los personajes y la sordidez o la miseria de una exterioridad degradada.