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Review of 'Milkman' on 'Goodreads'

5 stars

Mires como lo mires, siempre se te queda algo en el tintero al hablar de este libro, porque la historia es un hilo de escenas que se enredan y en las que lo que ocurrió antes tiene una repercusión ahora, como las emociones, que se alimentan de vivencias y se asientan sobre otras emociones dándoles una forma nueva.

Se insiste en que Milkman va de un acoso, que es la historia de una joven importunada por un señor de la cúspide de la jerarquía social, con poder y muy peligroso.
Y va. Pero también va del miedo y lo que con miedo se construye. Milkman trata de la auto represión y por eso tiene ese efecto de claustrofobia. El miedo deshumanizando.

Me enamoré de este pequeño fragmento de diálogo, que parece accidental —y nada es accidental en Milkman— dentro de ese cuadro de omisión verbal y represión emocional:
“¿Significa eso que al final seré feliz?» «No se trata de ser feliz», contestó él, que me pareció, y aún me parece, el comentario más triste que he oído en la vida.”

Creo que de esto es de lo que trata el libro, de que todo debería tratarse de ser feliz, pero no se trata porque estamos demasiado ocupados saboteando cualquier promesa de felicidad. Lo íntimo es peligroso, negamos las emociones y ensalzamos lo tangible. La cultura de lo físico como real da lugar a estos personajes, todos llenos de miedos, con sus yo automutilados por ese miedo, sometidos a la doble opresión, la de la situación política y la de cada comunidad, el qué dirán. Pero un qué dirán de rigor físico, porque lo que digan pueden llevarte a la muerte.

La protagonista se forma sobre el escudo del silencio, el pasar desapercibida. Cuanto menos digas, menos se puede decir de ti. Pero tan malo es hablar como callar, de nada sirve ser honesto y de nada sirve esquivar preguntas, porque si no se sabe nada sobre ti, se inventa algo sobre ti.

Milkman está escrito en primera persona y todo lo que nos da la protagonista es desde su punto de vista, subjetivísimo. Casi siempre tengo el convencimiento de que son los demás los que inventan chismes, pero hubo momentos, varios momentos, en que dudé de su salud mental, no sabía si exageraba, si estaba paranoica, o si su realidad se retorcía tanto como me contaba. Hay salpicaduras de paranoia-obsesión en los detalles, la idea de enterrar la cabeza del gato llegó a parecerme obsesiva incluso dadas las circunstancias; lo de comprobar el teléfono por si estaba pinchado; los clics de las fotos, siempre pensando que es por ella o por Milkman. Y creo que el estado paranoico se confirma cuando la mejor amiga le suelta el rapapolvo.

El final es una ruptura con la oscuridad claustrofóbica de todo el libro. Los amores se confirman, los amantes se encuentran, las hermanas no pelean y la protagonista aprende a mirar, ve colores para los que estaba ciega y aprecia gradaciones y sutilezas donde solo había blanco y negro. Una metáfora de cómo el mundo, siendo siempre el mismo, cambia si aprendemos a mirar con otros ojos. Y la esperanza, ahora que todos tienen motivos para dejar a un lado la opresión social y abrazar sus sentimientos, y amar en libertad.

Anna Burns usa un estilo de capas en el que una sola frase puede decir múltiples cosas y el propio estilo forma parte del escenario de oscuridad con su forma insistente y circular. A veces recuerda a la prosa discursiva de Proust, por lo íntimo y por la yuxtaposición de emociones y escenarios, que van de un momento actual a un tiempo pasado y regresan al punto de partida formando un entramado de círculos anillados.

Todo tiene su razón de ser, todas las anécdotas tienen su lugar en la historia, aunque aparezcan, a veces, como inconexas, como con una excusa tonta de mal escritor. Creo que es esto lo que provoca el abandono por parte de esos lectores que se sienten como yendo a ninguna parte. Les falta fe en la autora o la paciencia de dejarla hacer: si confías en ella, te muestra sus motivos.

A mí me encanta. Y me encantan las notas violetas. Las gafas de escribir de Anna son violetas y se le desparraman las llamadas de atención.

So I did not say about cats being mutilated (women are cat-like)

El patriarcado brilla en la homofobia y sus tópicos, en las grupies que aspiran a ser un accesorio; en la necesidad de una unión internacional de mujeres de los asuntos; en las mujeres que deciden si mirar y ser testigos de los registros humillantes a sus maridos, padres, hermanos o si ahorrarles la vergüenza y no ver nada; en que los gatos, como las mujeres, mueren o son mutilados sin que a nadie le importe; en que los nombres prohibidos son sólo de varón porque las mujeres son irrelevantes; porque el hombre es una fuerza que se opone y las mujeres no son nada, aunque sean ellas, con niños de la mano, carritos de bebé y la correa del perro las que consiguen abolir el toque de queda. Se nota en la negación de las emociones y el refuerzo persistente del silencio, el miedo y la opresión. Y se nota en Milkman, en toda la historia, en que si no te ha tocado, no ha pasado nada.