Back
Mary Beard: Mujeres y poder (2018, Planeta) 4 stars

Review of 'Mujeres y poder' on 'Goodreads'

4 stars

Escrito en un lenguaje muy asequible y con una traducción decente (salvo por un par de cositas), se lee solo.
Lo he disfrutado y me parece una lectura de interés, pero hay que entender que se trata de un par de conferencias adaptadas, no de un ensayo en sí. Por este motivo puede dar la sensación de que Mary Beard se queda en la superficie. Es cierto que no entra en estrategias concretas o en cómo llevar a la práctica un cambio social que reestructure los conceptos sociales de poder y autoridad para dar cabida a las mujeres, pero deja una reflexión sobre ello, que es el primer paso.

El libro se basa en dos conferencias de Mary Beard, de 2014 y 2017 respectivamente, La voz pública de las mujeres y Mujeres en el ejercicio del poder.
Toca la base socio-cultural del sexismo con ejemplos de manifestaciones culturales que Mary Beard interpreta como gérmenes del sexismo de hoy o, más bien, como consecuencias del sexismo existente ya en la Roma y la Grecia clásicas.
Entiendo que la autora no analiza el origen del sexismo, sino que muestra ejemplos que prueban su existencia en los cimientos sobre los que se construye la sociedad actual, con sus prejuicios y sus preconcepciones. En este sentido lo que hace Mary Beard es recopilar datos (historias ya conocidas y representaciones de personajes reales o ficticios) y presentarlos con perspectiva de género.

Mary Beard es una eminencia en su campo, historia clásica, y ha estudiado y analizado el papel de la mujer en la sociedad, o en las sociedades antiguas, clásicas.
En Mujeres y poder. Un manifiesto, compara sus observaciones con ideas que tenemos hoy preconcebidas, y que ella relaciona con la voz femenina silenciada.

La voz pública de las mujeres (conferencia de 2014)

Esta parte del libro es una reflexión sobre el silencio de las mujeres y la “voz de autoridad”. Mary Beard observa un silencio de las mujeres en la actualidad y busca semejanzas históricas de donde podemos haberlo heredado.
El silencio de las mujeres es un silencio forzado que encierra la voz de la mujer en el ámbito doméstico. Las mujeres no tenemos opinión sobre asuntos públicos porque no sabemos de nada. Ahí encaja el ejemplo de Penélope, que nos pone a un hijo, Telémaco, diciéndole a su madre que se ponga a hacer sus cosiñas y no se meta en asuntos (serios) de hombres. Esto se percibe natural, no es que se presente a Telémaco como un niño irreverente que trata mal a su madre y al que su madre disciplina como corresponde, es al contrario.

Mary Beard señala otros ejemplos de personajes femeninos que van al mismo punto: hay temas que están vetados a las mujeres, su voz no se escucha porque es irrelevante, y eso si es que llegan a hacerse una oportunidad para hablar. Y no es casualidad que los temas para los que las mujeres no son aptas sean los temas que importan al colectivo, que definen la sociedad y deciden su destino. Cualquier cosa de interés general, no es tema para que lo traten mujeres y si una mujer intenta darse voz y opinar, la sociedad responde con crudeza y la hace callar (o la ignora o la hace inadecuada), antes y ahora.

Mary Beard se pregunta de dónde viene, cómo se construye una idea de poder que deja fuera a la mujer por el hecho de no ser hombre. Y entonces profundiza en la historia clásica y encuentra todas esas manifestaciones de sexismo que silencian a las mujeres.

Mujeres en el ejercicio del poder (conferencia de 2017)

En esta parte trabaja sobre la desautorización inherente a la feminidad. El hombre es autoridad válida a la vez que invalida a la mujer. La mujer no puede tener autoridad alguna ni puede ejercer en posición de poder porque "es débil por naturaleza". Solo el hombre tiene acceso al poder, solo en el hombre somos capaces de intuir autoridad. Esto me recordaba a la alteridad de la que habla Simone de Beauvoir en El segundo sexo. La otredad, lo que no es yo, aplicado al poder, el reconocimiento o la posición inherentes al hombre, sujeto agente, activo. Al ser «lo otro», la mujer queda excluida del poder, es un ser pasivo, ajeno a la toma de decisiones. Las mujeres no podemos participar de la discusión, no podemos discrepar o alegar porque no tenemos voz, solo podemos aceptar las decisiones que toman los hombres, y las decisiones se toman sin escuchar a las mujeres. Así, si la mujer tiene algún poder, se la presenta como «usurpadora», no le corresponde, y esta idea es la que, de acuerdo con la autora, interiorizamos culturalmente y persiste en nuestros días. Aprendemos socialmente que la mujer no sabe hacer las cosas.
Mary Beard nos habla de Clitemnestra y el gobierno del caos, de Lisístrata, de Medusa... que llega a nuestros días y se utiliza como representación del trabajo pobre que hacen las mujeres con el poder en sus manos, el error de dejar a una mujer tomar decisiones y construir para el colectivo.

La respuesta es muchas veces que entonces hay que cambiar la forma de entender el ser mujer, que no puede ser alteridad. Pero si esto nos lleva a la masculinización de la mujer, no es respuesta tampoco.
Mary Beard refiere a la masculinización de la mujer para que su voz se escuche en el ámbito público con el ejemplo de la reeducación de la voz de Margaret Thatcher y el de los trajes de corte tradicional masculino de Hilary Clinton y Theresa May.
La masculinización nos da acceso al poder, la autoridad de ciertas mujeres se admite porque se ha distorsionado la feminidad de esas mujeres, se las ha masculinizado. De esto ya nos habla Joanna Russ en Cómo acabar con la escritura de las mujeres. Es la misma cantinela: no es un tema del que puedes tener conocimiento, porque las mujeres no saben; no es un asunto de interés para ti, es demasiado complejo, no tienes autoridad en este campo, etc. Y si entiendes y alguien te escucha, entonces es que eres como un hombre.

Cuando Mary Beard se pregunta cómo cambiar esta visión rancia que tenemos socialmente de la mujer, no habla de redefinir a la mujer y mucho menos de asemejarla al hombre, sino de redefinir el concepto de poder, de autoridad.
«Si no percibimos que las mujeres están totalmente dentro de las estructuras de poder, entonces lo que tenemos que redefinir es el poder, no a las mujeres».
Habla de un cambio conceptual y un cambio estructural de cómo concebimos el poder y cómo lo integramos en la sociedad. Para Mary Beard el poder no puede ya ser algo que tienen unos pocos en función de su popularidad o de la casa donde han nacido, tiene que ser una cualidad de la persona o personas que lo ostentan.