Dónde está lo nuevo que yo lo vea
2 stars
No conocía el “nuevo realismo” y tenía curiosidad: ¿qué “novedades” trae una propuesta “nueva” del realismo? Tenía razones fundadas para esperar novedades interesantes, puesto que la lectura estrella del año pasado ha sido para mí Meeting the Universe Halfway de Karen Barad, que propone el “realismo agencial”, una versión del realismo que me ha parecido sorprendente, fresca e integradora de los últimos resultados de las ciencias y de la filosofía. Me crucé, como referencia introductoria del nuevo realismo, con una mención a este librillo de Ferraris y, como era breve, me dispuse a leerlo.
Pues bien, para quien se lo esté preguntando, este es el resumen: este manifiesto es puro panfleto. Y ahora me explico.
La tesis inicial me interesó mucho: el problema no es tanto el posmodernismo, cuanto su traducción al populismo en política, de tal suerte que lo posmoderno se ha vuelto aliciente para la derecha. Muy bien, estoy de acuerdo y me interesa un análisis de esto. Sin embargo, durante el resto del libro Ferraris se la va a pasar “criticando” a “los posmodernos”, que no queda muy claro quiénes son (hay alusiones a Vattimo y a Rorty, sin aportar apenas citas directas, y sobre todo muchas alusiones implícitas a Foucault, pese a que el propio Ferraris al final del libro reconoce que no aceptaba la etiqueta de posmoderno). En general, su crítica al posmodernismo filosófico, que de pronto se vuelve sinónimo intercambiable de “construccionismo” o incluso de “kantismo”, me parece caricaturizada y tendenciosa, sin rigor ni caridad hacia los argumentos ajenos, y por tanto los argumentos que Ferraris ofrece como contrapartida me han parecido facilones, una apelación simplona al sentido común que a nivel retórico puede funcionar pero que filosóficamente me parecen irrelevantes. Esto por no hablar de que cuando se refiere a Nietzsche y a Heidegger como referentes del pensamiento posmoderno, los despacha prácticamente sobre la base del ad hominem (de que su pensamiento era conservador y anti-ilustrado), sin apenas entrar en su pensamiento como tal (en el caso de Heidegger) o planteando una versión muy superficial y, en mi opinión, también tendenciosa (en el caso de Nietzsche).
En suma, este manifiesto se podría haber llamado simplemente “Manifiesto anti-posmoderno”. Y no es que me considere yo posmodernista en el pensamiento –sí me considero posmoderna en el sentido de “hija de la época”, claro–, no es que me sienta personal o filosóficamente atacada por este texto. Es solo que, incluso sin tener un conocimiento profundizado al respecto del pensamiento posmoderno, veo claro que Ferraris recae, paradójicamente, en una especie de populismo filosófico.
Lo gracioso es que respecto de la parte “constructiva” del texto, no he leído prácticamente nada que me haya parecido nuevo. Al final, todo recae en una defensa acrítica y sin ambages de la Ilustración y de la Modernidad y de sus conceptos insignia como Saber, Verdad, etc. Sin matices, sin incorporar crítica alguna. ¿Dónde está lo nuevo en el “nuevo” realismo, si no es capaz de incorporar ninguna aportación filosófica de los últimos 40 años? Y no solo filosófica. No he podido evitar quedarme pasmada al ver cómo su propuesta se asienta explícitamente sobre una separación neta entre naturaleza y cultura... ¿De verdad? ¿A estas alturas? Ni siquiera la argumenta ni la contrapone a la ingente cantidad de pensadores que llevan criticando esta distinción, ya no solo desde el pensamiento filosófico tradicional, sino también desde las teorías decoloniales, desde la antropología social y cultural... Lo encuentro decepcionante.
Me parece perfecto criticar la posmodernidad y el pensamiento posmoderno. Es más, me parece necesario. Estoy de acuerdo en que hay una “dialéctica” de lo posmoderno por lo cual algunas cosas que parecían presentarse como emancipadoras se han convertido en nuevas cadenas. Pero esto no es un rasgo exclusivo de lo posmoderno; en cierto modo es prácticamente una dinámica reiterada en las sociedades donde hay sistemas de dominación y el núcleo del poder coopta los movimientos que pretendían proponer algo nuevo (y si no, díselo al cristianismo). Y, en este sentido, el realismo como postura filosófica no es inmune. Es llamativa la falta de autocrítica: Ferraris insiste en que las aspiraciones emancipadoras de lo posmoderno han dado efectos nefastos, y después reivindica una y otra vez el carácter emancipador del realismo sin detenerse un solo momento a preguntarse si también el realismo podría sufrir esta dialéctica y si, en efecto, no la ha sufrido ya y precisamente por eso el construccionismo tuvo para tantos pensadores un sentido emancipador.
En síntesis, este es uno de esos libros que me parecen perniciosos porque si alguien lo lee con prejuicios hacia el “pensamiento posmoderno” (sea lo que sea que es, porque en realidad, que yo sepa, de los mencionados solo Vattimo y Rorty se han reconocido a sí mismos como posmodernos y aun así hay muchísimos matices aquí), solo va a salir con ellos reafirmados y con nuevas herramientas retóricas y una mayor sensación de autoridad para defender estos prejuicios. Quisiera leer críticas a “lo posmoderno” que fueran capaces de recoger con más rigor y caridad interpretativa sus aportaciones, límites y contrapuntos. Es lo que me parece honesto. A propósito del “construccionismo”, infinitamente mejores me parecen las críticas de Barad (obra citada) y Tim Ingold (en The Perception of the Environment), muchísimo mejor informadas y argumentadas.