Y es que, aunque en muchas ocasiones se ha querido equiparar la suerte de la oposición monárquica con la del resto de los grupos antifranquistas, lo cierto es que siempre fueron objeto de un tratamiento muy distinto. En contraste con la brutalidad con la que era reprimido cualquier movimiento desde la izquierda, las represalias contra los sectores juanistas y tradicionalistas —que, a través de Fal Conde, presentaron igualmente en agosto de 1943 su reclamación de una monarquía tradicional— se guiaron por la contención. De esta manera, sus defensores no se encontraron prácticamente nunca ante la tesitura de tener que cruzar el Rubicón hacia el verdadero antifranquismo.