Indudablemente, a todos aquellos que se habían asegurado un trabajo, se habían visto favorecidos en antiguos pleitos de propiedades o se habían beneficiado de algún expolio, no les apetecía que represaliados y exiliados pudieran algún día estar en condiciones de pedirles cuentas. De esta forma, habían ligado inexorablemente su suerte a la supervivencia de la dictadura.