Los viejos amigos

'Los viejos amigos' no es un libro para cualquiera. No es una novela narrativa, centrada en la acción, sino una novela introspectiva, centrada en los personajes. Unos personajes que, entrando en la tercera etapa de la vida, hacen balance de su recorrido y traen a la memoria decepciones, rencores, pasiones frustradas y resignaciones. Podría resumir esta reseña diciendo que consiste en un relato poliédrico y muy encarnado, directo y honesto, en el que se entremezclan temas como el paso del tiempo, el arte, el sexo, la violencia, la enfermedad, la familia y la clase, entre otros. Sus protagonistas son absolutamente creíbles y representan, al desnudo, la deriva de todo un sector de la generación que militó políticamente en el tardofranquismo.

El estilo escogido por Chirbes no le deja nada regalado al lector. Las voces en primera persona de unos y otros personajes se suceden unas a otras, con perspectivas que ora se solapan, ora se contraponen, lo que da lugar a una narración fragmentada. Cada narrador da rienda suelta a sus pensamientos sin un orden preciso, al modo de la técnica del 'flujo de conciencia'. En este sentido, arrancar con la lectura no es fácil, hay que construirse poco a poco un mapa mental de las turbulentas y discontinuas relaciones entre los personajes.

La temática podría considerarse pesimista. Podría entenderse incluso como una manifestación de esa supuesta tendencia natural al 'aburguesamiento' (o el debilitamiento de las convicciones ético-políticas en favor de una cierta comodidad de vida) con la edad que es un lugar común en tantas conversaciones. Yo hago una lectura diferente de este libro. No creo que sea una parábola universal, aunque quizá sí tenga algo de retrato de época. Los pensamientos de cada personaje dejan ver con claridad las dinámicas problemáticas que desde el inicio estuvieron en la base de su relación de amistad o, más bien, de "camaradería revolucionaria". Como muy agudamente señala la contraportada de esta edición, "el recurso de la primera persona nos habla de la renuncia a una narración común" de los personajes: la exasperante separación entre lo privado y lo político propugnada por ciertos modos de entender la militancia produce, inevitablemente, separaciones, vínculos instrumentales y, por tanto, frágiles. Tarde o temprano, el precio a pagar es el desencanto y, con él, encontrarse en la dicotomía entre adaptarse (a esa vida aburguesada) o morir (sumido en el amargor del fracaso). En esta encrucijada vital es donde estos viejos amigos deciden verse de nuevo.

Con todo, insisto en que puede hacerse una lectura no fatalista de ello: me parece claro que los personajes de Chirbes no son víctimas de un fatal destino, sino más bien víctimas de sus propios errores; de su fanatismo o de su frivolidad, de sus malos hábitos, de sus cobardías o de sus prepotencias... Por eso creo que, pese al regusto amargo y desencantado que deja en la boca adentrarse en la ficticia (pero que bien pudo ser real) vida de estos ex militantes marxistas, es una novela que merece la pena leer. Porque de los errores ajenos también se aprende, y de ahí que haya encontrado esta obra una buena fuente de reflexión.