Teo reviewed Historia Critica de La Literatura Argentina by Noe Jitrik
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María Cristina Pons: El secreto de la historia y el regreso de la novela histórica
La tendencia a la novela histórica en Latinoamérica se hace notoria a fines de los 70. Se caracteriza por una relectura crítica y desmitificadora que se traduce en una reescritura del pasado encarada de modos diversos: se problematiza la posibilidad de conocer y reconstruir el pasado, o se retoma el pasado histórico poniendo en descubierto mitificaciones y mentiras, o se escribe para recuperar los silencios.
Hay dos grandes tendencias en la novela histórica: la de reprocesar los discursos históricos sancionados en una novela histórica de cuño positivista que se jacta de “objetividad” o “neutralidad”; y la de centrarse en los hechos históricos en sí, proponer develaciones no contadas de la historia o versiones alternativas. Pons examina la segunda, partiendo de la idea de que el regreso de la novela histórica está vinculado con una coyuntura …
María Cristina Pons: El secreto de la historia y el regreso de la novela histórica
La tendencia a la novela histórica en Latinoamérica se hace notoria a fines de los 70. Se caracteriza por una relectura crítica y desmitificadora que se traduce en una reescritura del pasado encarada de modos diversos: se problematiza la posibilidad de conocer y reconstruir el pasado, o se retoma el pasado histórico poniendo en descubierto mitificaciones y mentiras, o se escribe para recuperar los silencios.
Hay dos grandes tendencias en la novela histórica: la de reprocesar los discursos históricos sancionados en una novela histórica de cuño positivista que se jacta de “objetividad” o “neutralidad”; y la de centrarse en los hechos históricos en sí, proponer develaciones no contadas de la historia o versiones alternativas. Pons examina la segunda, partiendo de la idea de que el regreso de la novela histórica está vinculado con una coyuntura histórica.
Según Luckács, todo contexto histórico y social trae aparejada una toma de posición frente al mismo y la novela histórica responde a la emergencia de un nuevo tipo de conciencia, la burguesa. Según Jitrik, la novela histórica latinoamericana del siglo XIX reorienta el género porque no es búsqueda de identidad social y de clase sino nacional. De aquí Pons infiere que la nueva novela histórica de fines de los 70 responde a un nuevo tipo de conciencia histórica, vinculada con los acontecimientos históricos, el debate sobre la validez de los grandes discursos y con la condición posmoderna. Esta última corriente de pensamiento, que cuestiona todas las promesas de la modernidad, afecta particularmente a la novela histórica porque cuestiona el lugar de la historia y su carácter de gran relato.
La novela histórica contemporánea tiene una carácter indagatorio pero solo en la búsqueda de versiones alternativas de la historia, no llega al nivel de experimentación de décadas anteriores. En el caso particular de Argentina, hay otro motivo más para el interés renovado por la novela histórica: en este país el discurso histórico clásico, difundido en las escuelas, fue una simplificación maniquea y mistificadora de la perspectiva liberal que buscaba construir artificialmente un “espíritu nacional”. Como reacción a esto, tras décadas de virulencia y conflictividad en lo político, surge una actitud revisionista que busca los “verdaderos hechos”.
Pons analiza algunos ejemplos de novela histórica de autores como David Viñas (no se trata de una reconstrucción del pasado sino de una búsqueda de hablar del presente), Abel Posse (la reconstrucción del pasado está tan distorsionada que es obvia la ausencia de propósito realista, sino de presentar problemáticas sociales como constantes que se reiteran), Juan José Saer y Antonio Elio Brailowsky (se cuestiona la certidumbre de los discursos hegemónicos que definen la identidad propia y la del Otro). La temática de la otredad es constante en la historia latinoamericana y especialmente en la época de dictadura y posdictadura.
Una temática recurrente es la de la tríada de conquista, dominación y exterminio que, al contrario de lo que ocurría en la vieja perspectiva del liberalismo positivista, no son vistas como procesos guiados por una libertad constructiva sino con bajo una actitud crítica que reivindica al derrotado y al humillado en la construcción de América Latina. Esto ocurre en textos de Eduardo Belgrano Rawson, Libertad Demitrópulos, María Rosa Lojo y María Esther de Miguel.
Un rasgo de estas novelas es el intento de equilibrio entre la dimensión histórica y la simbólica, es decir entre lo simbólicamente verdadero (la verdad detrás de lo “falso” de la ficción) y lo históricamente exacto.
A veces los personajes centrales son atacados éticamente (por ser autoritarios, machistas, etc.) y así se presente el lado antiheroico o antiépico del pasado. Se intentan representar los errores, traiciones, derrotas y fracasos de la historia argentina. Esto se ve en autores como Martha Mercader, Andrés Rivera y Eduardo Belgrano Rawson.
En algunas novelas los personajes y situaciones narradas se basan en hechos históricamente verificados (como en las de Enrique Molina y Martha Mercader), en otras (Saer, Demitrópulos, Rivera, Belgrano Rawson) la reconstrucción del pasado se lleva a cabo mediante elementos imaginados dentro de un contexto históricamente reconocible. En cualquier caso la intención es la de recoger la historia “de abajo” o “desde abajo”.
Algunos textos rescatan personajes o acontecimientos secundarios u olvidados, como hacen Martín Caparrós y María Esther de Miguel. Pero a veces también tratan sobre sujetos históricos principales (lo cual ya era una tradición de la novela histórica latinoamericana, con Roa Bastos, Carpentier, Gálvez, etc.) pero desde una perspectiva desfamiliarizadora, antiheroica, privada y a veces irreverente respecto de estas figuras históricas desacralizadas. Algunos autores que hacen esto son María Esther de Miguel con Rosas, María Rosa Lojo con Mansilla, Tomás Eloy Martínez con Perón y Eva Perón, Abel Posse con la misma, Andrés Rivera con Sarmiento.
Algunas obras indagan en la problemática relación entre la ficción y la historia. Eloy Martínez presenta la idea de que a través del texto se construye no solo la versión novelística sino también el hecho histórico, Mercader introduce contradicciones y notas al pie que atacan su propia autoridad narradora, Kohan pone en duda la autoridad del documento histórico. Saer construye El entenado sobre un vacío de documentación, poniendo de relieve el problema de la representación de la otredad ausente, perdida al tiempo y la memoria. Hay dos tendencias, a actuar sobre documentos o a privilegiar la invención, y no se dan en forma pura en las diferentes novelas sino que se acentúa una u otra.
En cualquier caso, estas novelas ponen de relieve que las condiciones del presente requieren de una mirada crítica hacia el pasado, para lograrlo recuperan momentos y/o figuras del pasado con el propósito de cuestionar verdades, héroes y valores sostenidos por una historia oficial respaldada por grupos hegemónicos de poder. Estas nuevas lecturas del pasado podrían tener como meta la reconstrucción del sujeto histórica en todas sus dimensiones (sociales, económicas, políticas, étnicas, de género).
En términos generales la nueva novela histórica comparte algunas estructuras de la novela histórica del siglo XIX (representa una determinada conciencia histórica, recupera el pasado, busca redefinir la identidad en un proceso cuya racionalidad es poco clara) pero cambia en sus modos de representación, los cuales han sido influidos por los cambios históricos, filosóficos y literarios de la contemporaneidad.
Mientras que la novela clásica expresaba una defensa histórica del progreso ante un pasado feudal, la nueva novela histórica no ve al presente como un lugar de progreso. Asimismo mientras que antes la identidad nacional presentada por la narrativa histórica excluía lo colonial y lo indígena, las novelas actuales buscar recuperarlo desde los márgenes mismos.
En definitiva estas novelas plantean que el pasado siempre está mediatizado por la memoria, la traducción, la invención, la ausencia de fuentes históricas o simplemente por la omisión, selección y organización del material: el pasado no puede ser recuperado tal cual sucedió y esto supone un cuestionamiento del discurso historiográfico dominante.