El paraíso en la otra esquina

Me lancé a leer 'El Paraíso en la otra esquina' tras haber indagado sobre la figura de Flora Tristán y haber desarrollado una gran fascinación por su recorrido de vida. Al saber que alguien había decidido novelarlo, me sentí muy decidida a leerlo.
El balance una vez concluida la lectura es contradictorio: he disfrutado mucho los capítulos que tenían a Flora por protagonista, pero he tenido que empujarme a rastras a través de los capítulos sobre Gauguin. Seamos francos y directos: Gauguin es un depredador sexual, un pederasta incluso, cuya defensa de la vida "primitiva" parte de una mirada profundamente etnocéntrica, hasta racista. En cambio, Flora Tristán dedicó los últimos años a lo que para ella era la "causa de la humanidad": la denuncia de la injusticia y de los abusos y la promoción de una unión internacional de la capa más maltratada de la sociedad, los trabajadores y trabajadoras.
La lectura de los pasajes centrados en Gauguin me ha hecho preguntarme insistentemente sobre cuál es la línea que separa al autor del narrador (en este caso, identificado con el protagonista, aunque en tercera persona) y, por tanto, hasta dónde se le pueden exigir responsabilidades al autor sobre las actitudes de su personaje, más en este caso en el que se trata de un personaje basado en alguien real. Vargas Llosa no expresa juicios de valor propios sobre las conductas y juicios que atribuye a Gauguin. Entonces... ¿es sólo Gauguin el que puede ser criticado, o también Vargas Llosa?
Me inclino finalmente por señalar al escritor por una razón: su elección temática. La novela se presenta a sí misma como un intento de poner a Flora y a Gauguin en un mismo plano, en espejo. Forzando como similitud que ambos buscan un "Paraíso" y que, por el contrario, tienen visiones "opuestas" sobre el sexo (lo cual ya me parece un planteamiento reductivo), se les expone como simétricos o entrelazados. En ningún momento parece que la balanza moral se incline hacia Flora, en ningún momento se problematizan o ponen en cuestión las actitudes machistas, prepotentes, racistas y casi narcisistas de Gauguin. Me da la impresión de que, en ausencia de juicios de valor explícitos, Vargas Llosa se posiciona de forma equidistante. Pero la equidistancia es ya un juicio de valor, aunque sea implícito...
En última instancia, no pretendo censurar este libro. Todo lo contrario. Creo que es una novela muy, muy bien documentada (o al menos puedo juzgarla tal en lo que a Flora Tristán se refiere, pues desconocía la biografía de Paul Gauguin) y que, como tal, acerca el valiosísimo relato de la mujer tan fascinante y pionera que fue Tristán. Pero no le pongo una puntuación mayor porque lo francamente asqueroso que he encontrado el relato de Gauguin y el modo de relatarlo me ha dado ganas de abandonar la lectura o de leer sólo los capítulos sobre Tristán.