¿por qué no los hubo en la guerra patria de 1812, con el régimen de servidumbre? ¡Debía parecer natural que entonces los hubiera! Pero, sobre todo, habló de la fe y de los creyentes. «ANTES -decía-, todo lo vuestro se apoyaba en las pasiones desatadas: “roba lo robado», y entonces los creyentes, claro, os estorbaban. Pero ahora, cuando queréis CONSTRUIR y sentiros completamente felices en este mundo, ¿por qué perseguís a vuestros mejores ciudadanos? Para vosotros es el material más apreciado. Los creyentes no necesitamos control, el creyente no robará. ¿Os proponéis levantar una sociedad con pancistas y envidiosos? Todo se os vendrá abajo. ¿Para qué escupís a los mejores en el alma? Dad a la Iglesia una verdadera separación; no la toquéis; con eso no perderéis. ¿Sois materialistas? Pues confiad en el avance de la cultura, en que ella aviente la religión. ¿Para qué arrestar?» En eso entró Goldman y quiso cortarla groseramente. Pero todos le gritaron: «¡Anda, ya...! ¡Cállate la boca...! ¡Habla, habla, mujer!».
Cuando el juez de instrucción Goldman entrega a Vera Korneeva el sumario para que lo firmara, ella comprendió que tenía sus derechos y empezó a leerlo con detenimiento, la causa era contra los diecisiete miembros de su "grupo religioso". El juez se puso frenético, pero no podía impedírselo. Para no aburrirse con ella, la trasladó a una amplia oficina, con media docena de funcionarios, y se marchó. Primero, Korneeva estuvo leyendo, después surgió la conversación, quizá porque los funcionarios querían matar el tiempo, y Vera se puso a predicar la religión en voz alta. (Hay que conocerla. Es una mujer que irradia luz, muy despierta y buena conversadora, aunque solo había trabajado, de fontanera, en una caballeriza y en su casa). La escucharon como a escondidas, en ocasiones profundizando con preguntas. Aquello aparecía ante todos ellos bajo un ángulo inesperado. La habitación se llenó. No eran los jueces instructores: eran mecanógrafas, taquígrafas, encuadernadoras de legajos, pero era el ambiente de ellos, de los Órganos, el año 1946. Me es imposible reconstruir su monólogo; le dio tiempo a decir muchas cosas.
— The Gulag Archipelago, 1918-1956 by Aleksandr Solzhenitsyn, Alexandr Solzhenitsyn
