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Es una novela emotiva, esperanzadora y de fácil lectura aunque algo predecible y con varios clichés. Aun así, resulta recomendable, aunque no alcanza el nivel de excelencia de los mejores libros de Hannah.

El ardor de la sangre es un librito que sugiere más de lo que grita. Con un título muy acertado, revela lo que arde bajo la superficie: deseos reprimidos, culpa, y silencios que pesan. Breve pero intensa, deja una huella que perdura más allá de su última página.

¿No es acaso una forma de lucha el simple hecho de intentar sobrevivir? Por momentos me hizo pensar en Sin novedad en el frente: igual de crudo, incómodo y ferozmente antimilitarista. Se necesita esta mirada desde el otro lado, porque es lo que hace que esta guerra, y en realidad, cualquier guerra, se sienta todavía más real. Al final, todas terminan siendo lo mismo.

Muy bonito y original, especialmente para la época en que fue publicado.

Esta entrega me ha parecido la menos accesible, con sus cenas interminables, saludos y demás acontecimientos sociales. Pero a su favor, hay que decirlo: se empieza a perfilar en el protagonista una madurez palpable, marcada por desilusiones sociales, familiares y amorosas.

Clarín combina magistralmente el realismo con la crítica social, sin perder ni un ápice de la calidez que lo caracteriza.

Es maravilloso degustar los entresijos de la vida y las emociones humanas con ese matiz tan particular que le da Schweblin a sus letras. Algunos relatos me gustaron más que otros, pero en general, la invitación que nos hace la autora a reflexionar sobre nuestras propias experiencias y a buscar entre líneas los símbolos que deja a nuestra merced, valen las 5 estrellas.