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El otro día una amiga me decía cómo tanto concurso literario daba para que no hubiera autores de verdad sino gente que escribía para llenar los cupos. Y sí. Ve uno esta novela (y también [b:Vagabunda Bogotá|35613579|Vagabunda Bogotá|Luis Carlos Barragán|https://i.gr-assets.com/images/S/compressed.photo.goodreads.com/books/1499374859l/35613579.SY75.jpg|57054421]) y se encuentra con alguien capaz de condensar un mundo en pocas páginas. Capaz de situar personajes y una trama concreta que no tienen que ver con cierta temática (ver en Colombia la cantidad de premios que se le han dado a obras que tienen que ver con la violencia, resurgimiento paramilitar, cambio climático, y no es que eso no sea importante, es que parece más un requisito para ganar un concurso) sino con algo nuevo, y que lo tiene a uno entretenido. Pero es que no solamente es entretenido.

Situada en Bogotá, a finales de la década de los ochenta, Disturbio habla mucho de como una prestigiosa universidad convive con el mundo de los favores, recomendaciones, relaciones de poder, y ciertos prejuicios de las personas que manejan ciertas facultades. Es difícil, me parece, situar temas de exclusión en un sitio en el que se puede hablar de "universalidad", pero el autor lo hace con ejemplos claros, aunque algunas veces algo exagerados. Pero, eso sí, con mucho humor.

Los personajes, a pesar de ser recortes de clichés, se sienten redondos. Algunos, obvio, tienen mucha más profundidad. Y el desarrollo de estos personajes no tiene que ver con explicaciones elaboradas sino mostrando lo que hace cada uno: desde el teórico francés que recorre el mundo en busca de prostitutas hasta la pareja que mantiene en secreto su amor por las telenovelas.

Al final, uno quisiera saber un poco más sobre ellos. Más o menos como esperando que alarguen la historia, algo que no es necesario.

En fin. Qué bueno es encontrar, de verdad, nuevas voces colombianas que se sienten tan frescas.

Tal vez a otras personas les guste el tono y la temática del libro, que fue lo que menos me gustó.

La forma de narrar es inusual pero no es compleja de seguir. Sin embargo no está muy bien explicado por qué se usa esa manera de contar la historia. Me explico: Ensayo sobre la ceguera, de Saramago (autor que fue influencia para Laura Restrepo), deja por sentado un narrador que cuenta la historia y que toma de la boca de sus personajes las palabras para avanzarla, y todo esto es entendible. En Delirio no: la narración toma el punto de vista de un personaje, lo mezcla con otro punto de vista de alguien que está tomando una declaración o leyendo, y no define bien por qué lo hace. Hay partes en las que sí, pero hay otras en las que no. Es como si se sentara uno a contar una historia pero alguien se tomara el atrevimiento de hacer introspección en uno en lugar de hacerlo uno mismo.

La temática es otra cosa. Es decir, obvio, muestra la inequidad y el arribismo que hay en la sociedad del país (caricaturizando mucho a las clases bajas, me parece) y la mete dentro de la parte más dura de la historia colombiana, en la que el país era víctima del narcotráfico (no es que estemos mejor ahorita, es que lo sabemos disimular más). Y pues esa situación está bien pero hay muchas cosas que parecieran venir gratis y que no se explican mucho. Pablo Escobar es malo y tenía untado a todo el mundo. Y ya, como que no hay nada que agregue a esa perspectiva.

La historia sí me pareció algo llamativa pero los personajes me parecen un poquito planos. El manejo de la trama sí me parece magistral porque lo motiva a uno a seguir leyendo a pesar de cosas que no encuentre de su agrado.

Para ser justos, el manejo que se le da a Agustina, la protagonista, me parece acertado. Muestran muchas de las cosas que vive, muchas de las cosas que siente, pero todo a través de su propia normalidad, es decir, muestran sus síntomas sin atreverse a dar un dictamen o un juicio de valor. Al final del libro uno termina entendiendo muchas cosas de ella, pero no tanto de los demás personajes, que se sienten orbitando la historia sin pertenecer mucho a ella. Recordaré a Agustina, eso sí.

Ahora, sobre el final. Sí, casi como si los productores de Fast and The Furious sacaran la película de Cien Años de Soledad. Sí está el sentido de la circularidad de la historia, un poco de la manera de narrar, y el cierre que invita a la relectura, pero todos esos clichés se podían ahorrar.

Difícil lectura. Difícil porque siento que está muy fragmentada en su narrativa. El narrador hace un trabajo tremendo a la hora de describir el sentir de la población en medio de una pandemia, pero luego los personajes no parecen tan bien definidos, sobre todo en los diálogos.

Pero luego sucede que los actos de estas personas los definen. Y la novela va en este tire y afloje de un todo a grande escala contra los hechos que algunos pocos siguen o muestran. Y eso es como amasar, digamos, por ponernos en tiempos de pandemias en las que el encierro es necesario. Están los dos materiales que parecen tan lejanos, harina y agua, pero luego de incorporarlos de a poco se logra una cohesión bastante interesante, que depende también de una destreza del autor para poner en palabras todo lo que sucede.

Es una novela desgarradora. No diría que pesimista, pero sí muestra una adversidad que no se conquista a punta de esfuerzo sino de resistencia. Eso demuestran sus personajes principales: una resistencia contra algo que es imposible de combatir, pero que requiere de un esfuerzo descomunal. Por eso no es pesimista: eso sería solamente ceder a la derrota. Hay algo hermoso en esa lucha.

Lo único que le quedaba, en realidad, era dar ocasión al azar que muchas veces no actúa si no se le provoca

Más que lo que se ha dicho siempre, eso de que el estilo narrativo es audaz y requiere la atención del autor, lo que más me sorprende en la relectura es cómo se detalla bien la fragilidad del hombre en presencia de la civilización.

En una ciudad, o país, o lo que sea, en donde todo el mundo se queda ciego, la gente acude a las calles a buscar comida. No hay servicio de energía, ni de agua, ni de nada, porque casi todo depende de manos humanas, y estas manos ahora parecen no saber qué hacer porque no pueden ver lo que hay que hacer. En esa situación, las personas de esta historia se van en busca de comida, abandonando el refugio. Y, ¿qué es más importante? Cuando no hay cómo comunicarnos con otros para organizarnos comienzan a surgir comunidades con intereses en común, y depende uno o de la benevolencia del otro o de un aprovechamiento de la fuerza que siempre va acompañada de violencia.

En fin. Linda lectura para estos tiempos de cuarentena por el coronavirus. Si toda esa gente que ahorita es la que mantiene al mundo rodando de repente se queda ciega, creo que lo que se pinta aquí no es muy lejano de lo que podría pasar.

Ay, pero que hable del libro. Bueno: como ya dije, el estilo narrativo requiere concentración del lector. En este libro no hay nombres, no hay descripciones detalladas de las cosas (como describiría un ciego a otro, por ejemplo), y se asume una suerte de igualdad ante esta situación que es como la muerte. Si bien las cosas que pasan pueden sonar exageradas, no creo que sea algo que no pueda suceder.
Los personajes son interesantes aunque solo se ahonda en uno, que es el central, y no siempre sus motivaciones son claras. Eso sí, esa descomposición del protagonista a lo largo del libro es angustiante, y aunque es víctima de algunas situaciones (y victimaria en otras) en la mayor parte del relato es víctima de un mundo en el que no puede hacer nada, porque se trata de una sola persona contra un desorden establecido por el caos.

El aspecto que no me gustó fue el no aprovechar el punto del niño que hay en la historia. Sirve para dos o tres cosas puntuales, pero se ve más como una carga, y no como alguien que pudiera poner otra perspectiva. ¿Qué diría un niño pequeño en esas situaciones? Llorar por la madre no es suficiente. Creo que esa curiosidad no se aprovechó, pero el autor es otro y yo soy simplemente una persona que lee, entonces nada.

Gran libro, le revuelve a uno todo, y lo entrega a la vida un poco cambiado. Esperemos que tragedias como esta, como otras de otros libros, sirvan para replantear cosas. El ejercicio de leer no es solo criticar, sino aprender. Y algo aprende uno de este libro.