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One Hundred Years of Solitude (Spanish: Cien años de soledad, American Spanish: [sjen ˈaɲoz ðe …

Review of 'Cien años de soledad' on 'Goodreads'

5 stars

Es la tercera vez que lo leo. La primera vez que lo leí fue hace como 20 años, una compañera de trabajo me prestó una edición vieja y amarillenta que cargaba a todo lado. Y que devolví. De esa vez me quedó esa fascinación por el lenguaje y las situaciones, más que los personajes. Esa era la época en la que leí Rayuela dos veces seguidas (cosa que no volví a hacer porque uno crece, supongo) y conseguí todos los libros de Andrés Caicedo, fascinado por las formas del lenguaje, algo que me duró unos años más.

La segunda vez fue hace ya 13 años, cuando salió una edición conmemorativa para los 40 años de la primera edición. Tiene sus ediciones bonitas este libro, ¿no?. Uno podría hacer una colección solamente de ediciones y ediciones y volverlas a leer para encontrarle más cosas. En esa oportunidad vi algo sobre nuestra historia como país, cosas ya íntimas, fascinado también por los personajes y repitiendo esas situaciones en las que se desenvolvían. La fascinación por el lenguaje yo creo que creció.

A finales del año pasado me propuse eso de volverlo a leer. Claro, con todo lo que sucede en latinoamérica volver a esto es, más o menos, enterarse de puros espoilers en nuestra historia. Pero me queda mucho más que eso. Es decir. Sí, que el lenguaje. Que trabajar tantos capítulos una historia para soltar frases tan monumentales que lo golpean a uno con la fuerza de una belleza acumulada: "Los puñados de tierra hacían menos remoto y más cierto al único hombre que merecía aquella degradación, como si el suelo que él pisaba con sus finas botas de charol en otro lugar del mundo, le transmitiera a ella el peso y la temperatura de su sangre en un sabor mineral que dejaba un rescoldo áspero en la boca y un sedimento de paz en el corazón".

En mi casa hay una alberca. Es una piedra hueca tan grande como una lavadora. En esa alberca siempre hay agua, porque a fuerza de ver hábitos ajenos uno se enseña a restregar la ropa, o los trapos de limpiar el piso, a continuar las cosas. Cuando el agua se reposa en esa alberca comienza a asentarse un limo verde granulado, que está siempre al fondo de la alberca. En el agua. No sé si esa sola imagen en lecturas pasadas me pasó por alto, o es que ya tengo otros ojos para revisitar este libro. Para entender la belleza de las cosas cotidianas aplicadas a sentimientos. Y así me siento, repitiendo una historia que conozco pero de la que se me escapan detalles, y esos detalles llegan con un simbolismo que le entregan a uno tal vez la vida, o el abrir realmente los ojos luego de tantos otros libros.

Esa primera vez que leí esta novela me llegó al alma eso de la familia grande en una casa que se expande, y que parece perpetuarse a lo largo del tiempo. Lo sé porque es esa herencia de mis abuelos, que llegaron del campo, que repite mi mamá con sus numerosos hijos. Esas son escenas tan perfectamente tercermundistas que por eso tantos pueblos en nuestro continente, como aquellos otros desamparados en otros idiomas, se sienten identificados si no con la historia, con esos pequeños sucesos. Con el limo de la alberca, con la casa grande, con la matrona de carácter fuerte, o con las cosas increíbles que suceden y no tienen explicación. Así fue nuestra historia, no absurda por como fue vivida sino por como fue contada a lo largo del tiempo: mi abuelo manejaba borracho y la única vez que se estrelló iba sin una cerveza encima. Lo inverosímil de la afirmación, aun con todo el peligro de la situación, se toma como algo que debió ser cierto, porque así eran esas cosas. Y esa misma forma de contar va ligada a situaciones y a personajes. Por eso no hay una línea clara de tiempo, sino de historias que se conectan o se pisan, o que refieren a miembros de la familia porque a pesar de contar con tanto repertorio en la familia nadie era cercano con nadie. Así contaban las cosas mis abuelos, y a veces mi mamá. García Márquez dijo que quería replicar esa forma hablada de su abuela, pero lo verdaderamente increíble es ver los extremos a los que llegó: llenarse de referencias y casualidades y repitiendo las cosas con personas diferentes. Y a propósito, no en una falta de imaginación sino justamente en la demostración de lo contrario.

También veo que, muy de acuerdo a la cultura costeña de nuestro país, es una historia machista. Hija de su época. Pero no creo que al hablar de esas cosas se le pueda quitar todo lo que tiene de extraordinario.

Recomendaría este libro siempre. Pero, como nadie me hace caso, seguramente lo volveré a leer en unos seis años.