Los tiempos en los que el pensamiento estaba inscrito en la memoria humana tenían que ser mucho más hermosos; si en aquel tiempo alguien hubiese querido prensar libros, tendría que haber prensado cabezas humanas, pero tampoco eso habría servido para nada, porque los verdaderos pensamientos provienen del exterior, van junto al hombre como su fiambrera de fideos y por eso todos los inquisidores del mundo queman los libros en vano, porque cuando un libro comunica algo válido, su ritmo silencioso persiste incluso mientras lo devoran las llamas, y es que un verdadero libro siempre indica algún camino nuevo que conduce más allá de sí mismo.
Qué libro, qué maravilla de historia. Andy Weir es un genio alternando ciencia, humor y emoción a partes iguales. Lo demostró con El marciano, y lo vuelve a hacer en Proyecto Hail Mary. He disfrutado esta segunda lectura del libro mucho más que la primera.