Álvaro G. Molinero reviewed El azar creador by Ambrosio García Leal
La inquina, el odio, la falsa neutralidad y la hipocresía intelectual
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La inquina, el odio, la falsa neutralidad y la hipocresía intelectual son malos compañeros de viaje durante la escritura. Ambrosio García Leal es uno de los responsables de la colección Metatemas de la editorial Tusquets. Quizá, la mejor colección de divulgación científica en castellano y es, además, traductor de, entre otras eminencias, de Lynn Margulis. Pero, como queda demostrado en su libro, no es lo mismo traducir y seleccionar títulos para una colección, que escribirlos (además, parece poco honesto publicar tus propios libros dentro de la colección que tu mismo contribuyes a diseñar). Una cosa es escribir un libro defendiendo el poder explicativo que todavía le queda al núcleo duro de la teoría neodarwinista de la evolución y otra muy distinta es escribir “en contra de” aquello con lo que no estás de acuerdo. Proponer que la mutación y la evolución gradual juegan un papel importante para explicar la historia …
La inquina, el odio, la falsa neutralidad y la hipocresía intelectual son malos compañeros de viaje durante la escritura. Ambrosio García Leal es uno de los responsables de la colección Metatemas de la editorial Tusquets. Quizá, la mejor colección de divulgación científica en castellano y es, además, traductor de, entre otras eminencias, de Lynn Margulis. Pero, como queda demostrado en su libro, no es lo mismo traducir y seleccionar títulos para una colección, que escribirlos (además, parece poco honesto publicar tus propios libros dentro de la colección que tu mismo contribuyes a diseñar). Una cosa es escribir un libro defendiendo el poder explicativo que todavía le queda al núcleo duro de la teoría neodarwinista de la evolución y otra muy distinta es escribir “en contra de” aquello con lo que no estás de acuerdo. Proponer que la mutación y la evolución gradual juegan un papel importante para explicar la historia de la vida no es lo mismo que escribir un libro contra Stephen Jay Gould. Es curioso, porque en la misma colección se ha publicado la mejor obra de este autor, “Esturctura de la Teoría de la Evolución”, sobre la cual el autor no deja de escribir “en contra de” la misma (quizá no tenga tanto poder como editor de la colección o, quizá, como he dicho, no es lo mismo ser honesto eligiendo obras para una colección científica, que escribir tus propios trabajos).
No es lo mismo argumentar que, pese a que autores de renombre como Luis P. Villareal o Antonio Lazcano consideren interesante y digna de consideración la “hipótesis vírica” de Máximo Sandín como, al menos, fuente de variación disponible para la selección natural, consideras que la importancia de dicho mecanismo puede ser baja, que tildar la hipótesis de “sandinadas” como único argumento contrario a la misma (cierto es que Máximo Sandín tampoco es una “hermanita de la caridad” argumentando y recurre en no pocas ocasiones al argumento ad hominem para descalificar una determinada interpretación de la evolución). No es lo mismo considerar que, desde el punto de vista de la ciencia biológica, el sexo es una realidad definida por la dotación cromosómica y/o los mecanismos de emparejamiento de los individuos (algunas especies de camaleones tienen 6 sexos, los seres humanos, pese a que dominan dos, genéticamente se han descrito hasta 7 dotaciones diferentes de cromosomas sexuales, o en los protozoos ciliados, como Paramecium spp. Se han descrito más de 50 tipos distintos de individuos desde el punto de vista sexual), que tildar a Anne Fausto-Sterling (una de las pensadoras más importantes del feminismo actual y teórica esencial para comprender el género como algo determinado socialmente, al menos en parte) de científica “proclive a vender ideología disfrazada de ciencia” como si, la defensa de la teoría jerárquica de la evolución, el saltacionismo o el neodarwinismo más gradualista, no lo fuesen; como si este tipo de argumentaciones no fuese fundamentalmente ideológicas (no hay argumentos detrás, solamente afirmaciones sin base lógica). El debate sobre el sexo y el género es un debate largo y complejo, con muchos aspectos a tratar que no pueden despacharse con un “ideología disfrazada de ciencia”.
No es lo mismo discutir sobre la necesidad, o no, de la apertura del paradigma neodarwinista, o su demolición; de las razones de esto, si son suficientes, o si no; o discutir sobre algunos hechos inconvenientemente explicados por el gradualismo neodarwinista (como, por ejemplo, la herencia de caracteres adquiridos en turbelarios o, como ha quedado demostrado por los estudios epidemiológicos de postguerra, y en base a mecanismos epigenéticos, en humanos, como en el caso de la hambruna holandesa de 1944 y su relación con mayor, o menor, incidencia de enfermedades cardiovasculares o las hambrunas y abundancias relacionadas con la diabetes y muerte prematura en el pueblo sueco de Norrbotten durante el siglo XIX), que afirmar que “a parte de la divulgación científica sensacionalista, el mensaje «antidarwinista» suele ser bien recibido por cierta intelectualidad izquierdosa biempensante y cienciofóbica, quizá porque los «heterodoxos» suelen presentarse a sí mismos como alternativa progresista frente a los reaccionarios que se aferran al seleccionismo adaptacionistas, y acusan al otro bando de dar argumentos a los ideólogos de derechas” para terminar afirmando, cual gigante de la lógica “lo cierto es que los científicos de izquierdas no son menos proclives que los de derechas a poner su ciencia al servicio de su ideología. Un ejemplo es el propio Gould, y todavía más su colega Richard Lewontin” y termina, como para disculparse “no puede decirse que el bando «conservador» del evolucionismo esté integrado en su mayoría por científicos de orientación derechista, ni mucho menos”.
No es lo mismo y la catadura intelectual del escritor puede medirse muy bien por la forma de afrontar algo con lo que no está de acuerdo.
Supongo que, como filósofo que también es García Leal, sabrá que la definición de “conservador” es una cuestión de posición frente al cambio. La resistencia al cambio convierte esa posición en conservadora. Un ecologista es un conservador. Un socialdemócrata (definido como aquel que respalda las políticas públicas desarrolladas mayoritariamente en Europa durante los “30 años gloriosos” de la economía mundial), en la actualidad, es un conservador. Ambos buscan mantener el statu quo (unos buscan que el planeta no se deteriore más y otros buscan conservar las políticas redistributivas y el sector público). Un defensor del neodarwinismo es un conservador