Paperback, 342 pages
Castellano language
Published by Samarcanda.
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En un oscuro rincón del mundo del arte, oculto tras la majestuosidad de las pinturas más famosas, se tejió una trama epica que desafiaría los límites de la creatividad y la astucia humana. En 1960, una denuncia por una estafa aparentemente insignificante desencadenó una revelación que dejaría al descubierto un entramado de plagios perfectos de los maestros consagrados: Velázquez, Zurbarán, El Greco, Mengs, Picasso, Ribera y muchos más.Todo comenzó con un falso bodegón de Velázquez que una condesa afirmaba haber comprado y que resultó ser una completa farsa. Tras la denuncia, la verdad salió a la luz: este cuadro en cuestión estaba ubicado en el Palacio del Pardo y fue "recomprado" por Carmen Polo, la esposa de Franco, como si fuera una ganga. Sin embargo, un valiente y experto policía en arte, quien tambien resulta ser el padre del autor de esta historia, desentrañó meticulosamente esta sofisticada red de engaños …
En un oscuro rincón del mundo del arte, oculto tras la majestuosidad de las pinturas más famosas, se tejió una trama epica que desafiaría los límites de la creatividad y la astucia humana. En 1960, una denuncia por una estafa aparentemente insignificante desencadenó una revelación que dejaría al descubierto un entramado de plagios perfectos de los maestros consagrados: Velázquez, Zurbarán, El Greco, Mengs, Picasso, Ribera y muchos más.Todo comenzó con un falso bodegón de Velázquez que una condesa afirmaba haber comprado y que resultó ser una completa farsa. Tras la denuncia, la verdad salió a la luz: este cuadro en cuestión estaba ubicado en el Palacio del Pardo y fue "recomprado" por Carmen Polo, la esposa de Franco, como si fuera una ganga. Sin embargo, un valiente y experto policía en arte, quien tambien resulta ser el padre del autor de esta historia, desentrañó meticulosamente esta sofisticada red de engaños que se hacía llamar "Escuela sevillana" del siglo XX. Detrás de este plan maquiavelico se encontraban dos pícaros gays: Eduardo Olaya, un genio de la copia de pinturas, y Andres Moro, un anticuario avaro. En Madrid, Virginia Guitián se convertía en el anzuelo perfecto para atraer a los compradores incautos